Pensando en eso esta noche, [...] me digo que a fin de cuentas quizá sea eso la vida: mucha desesperación pero también algunos momentos de belleza donde el tiempo ya no es igual. Es como si las notas musicales hicieran una suerte de paréntesis en el tiempo, una suspensión, otro lugar aquí mismo, un siempre en el jamás. Sí, eso es, un siempre en el jamás.
Con esta preciosa reflexión concluye La elegancia del erizo, un libro en cuyas páginas me perdí
durante bastantes días y que ha llegado a mi vida en el momento oportuno, como siempre ocurre con las mejores lecturas. Respecto a la idea profunda que Muriel Barbery pone en boca de Paloma, una niña
sin brillo en los ojos a la que es difícil no querer, tengo poco que aclarar, porque ella se explica maravillosamente (esa es otra de las cosas que más me ha gustado de
La elegancia del erizo, que cada palabra escrita tiene un porqué, no se deja nada al azar).
La vida es dura, sí, pero también tiene momentos por los que merece la pena vivir. Y cuando somos conscientes de ellos somos mucho más felices.
Por eso, dada mi escasa afición por las listas, he decidido anotar todos esos pequeños momentos que para mí convierten un jamás en un siempre. Que me muestran la belleza del mundo.